El Desorden Límite de la Personalidad (DLP) es uno de los trastornos de  personalidad descritos en los manuales de diagnósticos utilizados por profesionales de salud mental (DSM V y CIE-10). Recordemos que a veces los manuales de diagnóstico no son muy amigables o pueden percibirse como crítica.

Términos como “límite”, “limítrofe” o “borderline” devienen de una antigua denominación que lamentablemente en ocasiones continúa utilizándose.

A raíz de la confusión que estas palabras generan en la comunidad y entre los profesionales, se encuentra en marcha una revisión a favor de la utilización de “Desorden de la Regulación de las Emociones” (DRE).

El Trastorno Límite de la Personalidad se caracteriza por presentar un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la efectividad, y una notable impulsividad, que comienzan al principio de la edad adulta y se dan en diversos contextos, como lo indican cinco (o más) de lo siguiente:

  1. Esfuerzos frenéticos por evitar el abandono real o imaginario

Ante la posibilidad de una separación de un ser querido por un tiempo (prolongado o breve), suele ser frecuente que las personas con desorden de la regulación de las emociones (DRE) experimenten un intenso temor a ser abandonadas. Hacen enormes esfuerzos para tolerar el malestar generado por la situación, y a veces les resulta tan difícil, que solo una conducta impulsiva (realizarse cortes, tomar medicación de más) puede calmarlas. Otras veces, recurren a modificar el contexto, teniendo episodios de violencia verbal o física.

Estos esfuerzos de regulación pueden hacer que otros interpreten estas conductas como excesivamente exageradas, demandantes o generadas con la intención de manipular.

  1. Inestabilidad y excesiva intensidad en las relaciones interpersonales

Experimentar cambios drásticos en su opinión acerca de otras personas. Es por eso que, en ocasiones, pueden estimar que alguien cercano es contenedor, y sentirse incondicionalmente apoyados, y sin embargo, en otro momento, advertir a esa misma persona como cruel, autoritaria o poco empática.

No resulta sorprendente, entonces, que cuando perciben que otra persona es cuidadora, fiel y leal, sean propensos a idealizarla, y considerarla perfecta. De la misma forma, cuando se sienten rechazados, abandonados o incomprendidos por aquella misma persona, la perciben como devaluada.

Dicha alternancia entre los polos de idealización y devaluación es un ejemplo de los que más adelante será explicado al respecto del pensamiento dicotómico (o blanco o negro, todo o nada, siempre o nunca)

  1. Inestabilidad en la imagen de sí mismos y su efectividad

De manera similar a la vivencia sobre otras personas, quienes padecen DRE suelen ser muy autoexigentes. La imagen que tienen de sí mismos y de su efectividad en varios aspectos de sus vidas suele ser variable, lo que puede provocar una comprensible sensación de inestabilidad e inseguridad.

La inestabilidad de la propia imagen lleva con frecuencia a realizar cambios en lo relativo a varios aspectos de su vida, como aspiraciones profesionales, objetivos, valores morales, planes futuros, amistades, entre otras cosas. Suelen ser frecuentes las pérdidas de trabajo, las interrupciones de estudios o tratamientos y las rupturas de relaciones afectivas.

  1. Impulsividad, y conductas o ideación suicidas

Las conductas impulsivas (p. ej., abuso de sustancias, ingesta de fármacos sin prescripción, atracones de comida, conducción temeraria de vehículos y gastos excesivos) y auto agresivas (cortes y golpes auto provocados, quemarse, entre otras) a menudo pueden resultar peligrosas.

Son frecuentes los comportamientos, intentos o amenazas suicidas y los deseos de desaparecer o no despertarse por la mañana. Estas conductas suelen tener lugar cuando el malestar emocional resulta intolerable, y funcionan entonces como calmantes. Son efectivas en ese sentido, al precio de poner en riesgo la integridad de su persona o la de otros, o de sus bienes, o tener efectos perdurables en el cuerpo.

  1. Sentimiento crónico de vacío

Es difícil describir esta sensación que suele, sin embargo, ser tan bien conocida por aquellas personas que padecen DRE.

Por lo general, se la describe como extremadamente dolorosa. Se la define como desesperanza, ausencia de sentido de la vida y aburrimiento; metafóricamente, como oscuridad, vértigo interno o agujeros negros.

Las personas con DRE refieren una sensación de búsqueda permanente, buscan constantemente cosas para hacer, objetos para comprar, personas nuevas a quienes frecuentar: a pesar de lo cual, la sensación de insatisfacción y de vacío persiste.

  1. Inestabilidad afectiva debida a una intensa reactividad del estado de ánimo y de la intensidad emocional

Un estado de humor muy cambiante. Esto es así tanto en lo que respecta a la celeridad del cambio como en cuanto a la intensidad de los estados de ánimo a los que dan lugar.

Muchos familiares o allegados refieren que las emociones o los estados de ánimo son demasiado intensos, exagerados o inadecuados respecto del evento desencadenante.

A veces, incluso, resulta difícil identificar ese evento desencadenante.

Como el resto de las emociones, las explosiones de ira son frecuentes. Pueden ocurrir cuando tienen la sensación de ser abandonados o de no ser cuidados de acuerdo a sus necesidades. Lo cierto es que dichos episodios de ira o enojo suelen ir seguidos de una sensación de culpa, vergüenza o humillación que contribuye a la sensación interna de estar fallados, de no ser como el resto, perpetuando el circuito.

  1. Ideación paranoide transitoria

Durante períodos de mucho estrés o sufrimiento emocional no es poco frecuente que quienes padecen DRE experimenten la sensación de que alguien quiere dañarlos, o perjudicarlos. Esto encuentra su correlato en la sensación de una extrema fragilidad emocional.

  1. Síntomas y episodios disociativos

La disociación es uno de los tantos mecanismos que tenemos para tolerar el malestar cuando es demasiado intenso. La mente apela a ella para protegerse de partir nuestra atención en más de una cosa. ¿Qué significa esto? Que una parte de nosotros olvida los sucesos por ejemplo, aunque queden en otra parte menos accesible para nuestra atención. O podamos seguir andando sin conectarnos con la emoción que sería la adecuada a una situación, dando una sensación de desconexión. Muchas personas que tienen esto refieren una historia traumática en sus vidas.